Diario de un viaje al corazón del açaí
- Galeón Açaí
- 11 oct
- 2 Min. de lectura

Por primera vez en la Amazonia
Cuando el avión descendió sobre el verde infinito de la selva amazónica, entendí que el açaí no era solo una fruta. Era parte de un mundo entero.Un mundo de ríos interminables, de sonidos que nunca se apagan y de personas que viven en un ritmo completamente distinto al nuestro.
Día 1: El encuentro con las palmeras
Al amanecer, el guía me llevó a la ribera del río. El aire era denso, casi dulce, y en medio de la bruma se alzaban las palmeiras de açaí: delgadas, elegantes, coronadas por racimos morados que colgaban como joyas.Los recolectores subían descalzos, con una cuerda trenzada en los pies, trepando los 20 metros del tronco con una agilidad increíble.
“Cada racimo pesa unos tres kilos”, me explicó João, un joven de la comunidad. “Y en temporada, subimos a decenas de árboles cada día.”
Su energía me recordó que este fruto no solo alimenta cuerpos: sostiene familias enteras.
Día 2: La cooperativa
Después del mediodía llegamos a una pequeña cooperativa local. Allí, el açaí recién cosechado se lavaba, se escaldaba y se molía en grandes tambores de acero.El color era hipnótico: un violeta profundo que teñía todo lo que tocaba.
En una esquina, un grupo de mujeres etiquetaba envases que viajarían por el río, el puerto y, más tarde, el océano… rumbo a Europa.Pensé en Barcelona, en las cafeterías donde ese mismo fruto se transformaría en bowls y smoothies.El contraste me pareció mágico.
Día 3: El sabor original
Esa noche, probé el açaí como lo comen aquí: salado, acompañado de arroz, pescado de río y farofa.Nada de granola ni frutas tropicales encima.El sabor era terroso, intenso, con un toque amargo. Y de alguna forma, honesto — como si devolviera al fruto su identidad.
Los locales lo comen así desde hace generaciones: un alimento cotidiano, fuente de energía y símbolo de su relación con la selva.
Reflexión final
Volví del viaje con una certeza: cada cucharada de açaí es una historia.Una historia de esfuerzo, de naturaleza y de respeto por la tierra.Cuando servimos açaí en Europa —ya sea en un bowl o en una vending machine—, llevamos también un pedacito de ese río, de esas manos, y de ese mundo silencioso que respira bajo el dosel de la Amazonia.
Galeón Açaí — del corazón de la amazonia a tu negocio.









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